La VoZ digital | El Partido Colorado celebra otro aniversario en medio de una "tregua" para enfrentar las municipales

2021-09-11 | 10:58

ANR

El Partido Colorado celebra otro aniversario en medio de una "tregua" para enfrentar las municipales
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Imagen ilustrativa. GENTILEZA Imagen ilustrativa. GENTILEZA
El presidente de la ANR, Pedro Alliana destacó este momento de unidad dentro del partido de Gobierno “para enfrentar los grandes desafíos que se aproximan”. Además, el presidente de la República, Mario Abdo Benítez y ex mandatario Horacio Cartes se dieron el abrazo republicano en Ybycuí.

En la tierra del Centauro, en Ybycuí, donde naciera el general Bernardino Caballero, la Asociación Nacional Republicana (ANR) - Partido Colorado, celebró su 134 aniversario de fundación. Del acto participaron los importantes referentes de los dos movimientos internos más fuertes, de Colorado Añetete y Honor Colorado.

El presidente de la República, Mario Abdo Benítez; el vicepresidente Hugo Velázquez; el presidente del Partido Colorado, Pedro Alliana, y el expresidente Horacio Cartes simbolizaron el "abrazo republicano".

Durante su discurso el titular de la ANR valoró la unidad del partido “para enfrentar los grandes desafíos que se aproximan”.

La unidad, según calificó el mismo Alliana se dio por "una tregua de honor pactada" pensando en las próximas Elecciones Municipales.

"Plenamente convencido estoy de que en los comicios municipales del 10 de octubre, y en las sucesivas elecciones, habremos de unir todas nuestras fuerzas para mantener en alto la bandera de los principios a cuya sombra nos hemos cobijado para defender la libertad, la justicia social y el Estado de derecho", remarcó.

Refirió que este momento de unidad molesta a sus adversarios políticos y también "a las corporaciones mediáticas".

 

DISCURSO DE ALLIANA

Quienes hemos elegido la política como carrera y como pasión también elegimos transitarla acompañados de los valores de la rectitud, la solidaridad, los buenos modales, la honestidad y de la paz. Porque sin estos predicamentos es imposible construir un presente de justicia social y proyectar un futuro de bienestar en escala de crecimiento permanente.

 

 No estamos diciendo con esto que rehuimos el debate o el choque de ideas, sino que lo hacemos -y seguiremos haciéndolo- con la altura de la decencia y el respeto, porque los insultos y los agravios solo abren nuevas heridas que sangran más insultos y más agravios. No negociamos con los valores ni transigimos en los principios. Pero tampoco nos dejaremos arrastrar por la vorágine de aquellos que supuran diariamente odios y rencores contra nuestro Partido y nuestro pasado.

 

Sin embargo, debemos, también, aprender a reflexionar con sentido de autocrítica para reconocer que dentro de nuestras filas todavía tenemos dirigentes en permanente estado de irritación y de ira. Que aún no comprenden que la firmeza no tiene por qué reñir con el buen gusto y el bien decir. Lejos de persuadir, el lenguaje desaforado sólo profundiza las divisiones internas y provoca la repulsa de la sociedad.

 Ya anduvimos por esos pedregales y conocemos perfectamente hacia dónde nos conducen. Si esas lecciones no las asimilamos con la debida seriedad estaremos condenados a repetir los fracasos del pasado reciente.

 

          Y quienes hemos decidido conscientemente militar dentro de la Asociación Nacional Republicana, lo hicimos porque nos adherimos sustancialmente a esa visión de la política como herramienta de transformación cultural, social y económica de nuestro pueblo. Fue el primer partido que incorporó la cuestión social al Estado, colocándose al otro extremo del liberalismo de moda en aquella época. Años después de la fundación del Partido, el doctor Blas Garay habría de certificar los fundamentos de nuestra razón ideológica. Y cito: “La tesis que pertenece a la escuela liberal no nos parece defendible. Es necesario que el Estado, con los poderosos medios de que dispone, concurra a allanar el camino y hacer más fácil la evolución”.

 

 Sobre estas líneas tenemos que reafirmarnos en el pensamiento republicano para que la sociedad asuma con claridad los orígenes de nuestro Partido y su irrenunciable compromiso con las reformas que habrán de “operar un cambio benéfico en nuestra situación económica y en el bienestar moral y material de nuestro pueblo” como bien nos señala el Programa-Manifiesto del 11 de setiembre de 1887. 

 

 

DISTINGUIDAS CORRELIGIONARIAS, APRECIADOS CORRELIGIONARIOS: 

 

Qué grande es el Partido Nacional Republicano fundado por el general Bernardino Caballero hace 134 años que nuestros adversarios políticos y las corporaciones mediáticas se preocupan hasta de nuestras cuestiones domésticas. Para nosotros sólo son adversarios, aunque ellos nos traten como enemigos. Esta unidad que tanto les irrita es ya una tradición dentro de nuestro Partido. Es la capacidad de compaginar divergencias sin que nadie hipoteque su identidad ni abandone sus ideales. 

 

Este abrazo republicano es el símbolo de una tregua de honor pactada para que podamos encarar con la plenitud de nuestra vitalidad los próximos compromisos electorales. Entre nosotros no existen capitulaciones deshonrosas sino renunciamientos generosos, mirando ese interés superior de garantizar la victoria. Este abrazo, repito, es la consecuencia más elemental de la democracia interna de nuestro Partido. El respeto a la voluntad popular es la piedra angular de la disciplina partidaria. 

 

Cuando conocemos nuestra historia, los espacios para el desviacionismo o las interpretaciones sesgadas se reducen al mínimo. Es oportuno recordar, entonces, que con el Programa-Manifiesto del 11 de setiembre de 1887 también se aprueba nuestro primer Estatuto. En ese documento que debemos escudriñar de tanto en tanto ya se anticipa a lo que décadas después afirmara el doctor Antolín Irala: “Un partido no es un simple conglomerado de ciudadanos”. Tiene sus códigos y sus reglas. Así lo entendieron nuestros padres fundadores cuando en el artículo 12 determinan  contundente que “es obligación de los socios, o afiliados, apoyar y trabajar a favor de los que hayan sido proclamados por la mayoría”, para dejar constancia en el artículo siguiente de que “se declarará borrado de la lista de los socios a cualquiera que contraríe los propósitos de nuestra asociación”. Nada hemos añadido al legado que nos dejaron nuestros mayores. Por tanto, estamos apelando a la recta conciencia de todo buen colorado, cuyo deber cívico y moral es respetar y cumplir las normas rectoras del Partido. 

 

          Sabemos por experiencia que en política es imposible el consenso absoluto. Es más, resulta saludable para los pulmones de la democracia el ejercicio de la competencia electoral. En ese sentido, somos el partido político que mayor legitimidad tienen sus representantes porque son la genuina expresión de la soberanía popular. Ninguno ha evadido el cedazo de las urnas. Todos tuvieron que someterse al veredicto de las mayorías.   

 

Quienes reiteradamente están subrayando nuestras debilidades que, sin dudas, las tenemos, en su desesperado de afán de desplazarnos del poder, tendrían que analizar, además, nuestras virtudes fortalezas para que sepan por qué seguimos siendo gobierno y, lo esencial, por qué seguimos siendo el Partido de las grandes mayorías populares. 

 

El doctor Ignacio A. Pane nos enseñó que no debemos disculpar nuestras faltas propias con los errores ajenos. Por ello nos exhorta desde la tribuna de la memoria a que “no establezcamos la rivalidad de los vicios, sino la emulación de las virtudes”.

 

         SEÑORAS Y SEÑORES:

 

          La Asociación Nacional Republicana -Partido Colorado- es un partido popular, revolucionario y democrático. En nuestra asociación política los liderazgos se construyen día a día. Solo en las monarquías los cargos son hereditarios. No somos un partido de círculos ni de élites, sino de masas, en refrescantes palabras del doctor Roberto L. Petit. Porque, decía,  en el “Partido Colorado prima el criterio de que todo el mérito acumulado en largo tiempo puede perderse en un instante de fatal de desacierto”. 

 

Los riesgos de ese “instante de fatal desacierto” siempre pueden ser evitados cuando conocemos y guardamos los códigos internos de nuestro Partido, su filosofía política y sus documentos fundacionales. Nuestra lealtad es con el partido, no con los hombres que somos circunstancias en el gran registro de nuestra vida institucional.

Plenamente convencido estoy de que en los comicios municipales del 10 de octubre, y en las sucesivas elecciones, habremos de unir todas nuestras fuerzas para mantener en alto la bandera de los principios a cuya sombra nos hemos cobijado para defender la libertad, la justicia social y el Estado de derecho. 

          

          En estos tiempos de convulsiones ideológicas, de perversiones semánticas y de confusiones deliberadamente construidas, la República reclama de nosotros la visión lúcida de los fundadores del Partido y la firmeza de nuestras convicciones para divulgar y defender una doctrina arraigada en la identidad de nuestro pueblo, que nació hace 134 años para resguardar su soberanía y su dignidad, y para inaugurar, aunque a muchos les pese, la lucha por la Justicia Social en el Paraguay.

 

VIVA EL PARTIDO COLORADO          

Muchas gracias