La VoZ digital | De novela: una familia argentina salvó la biblioteca perdida de Augusto Roa Bastos

2022-07-21 | 07:09

Roa Bastos

De novela: una familia argentina salvó la biblioteca perdida de Augusto Roa Bastos
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Tras un derrotero que podría inspirar una novela pero que también tiene ecos de reparación histórica, los hijos del escritor paraguayo Augusto Roa Bastos presentaron en Asunción un lote con 176 libros marcados, anotados y dedicados que formaban parte de la biblioteca que su padre edificó durante su exilio porteño entre 1965 y 1976, ejemplares que fueron encontrados en la calle hace dos años por una familia argentina que, consciente del valor patrimonial y como parte de una rutina pandémica, se dedicó a limpiarlos y catalogarlos para finalmente entregarlos a la embajada de Paraguay.

El largo recorrido que hizo la biblioteca del autor de Hijo de hombre terminó hoy en la Casa de la Literatura Augusto Roa Bastos en Asunción, donde los libros quedarán exhibidos por un tiempo antes de incorporarse al patrimonio de la Fundación que lleva el nombre del escritor, quien fue expulsado de su país por la dictadura del general Higinio Morí­nigo y vivió casi tres décadas en la Argentina, donde desempeñó varios oficios y logró destacarse como guionista de cine, mientras pergeñaba Yo el Supremo, una de las obras literarias más portentosas del continente.

La foto, más allá de la alegría del hallazgo, poco dice del camino auténticamente literario que hicieron durante más de cuarenta años aquellos libros antes de llegar a destino, un recorrido reconstruido con los protagonistas del “rescate”. Los ejemplares esperaron al escritor en un departamento porteño al que nunca volvió, viajaron a Barcelona, estuvieron años en un depósito y finalmente se remataron como parte de un lote de escritores que adquirió un argentino. En 2019, tras ser rescatados de un container en una ruta en Chapadmalal, fueron leídos y catalogados por la familia Brittez, que contactó a la embajada con el pedido de que se los devolvieran a los herederos del autor.

”Mi primera impresión al recibir las siete cajas, además de la emoción lógica de reencontrarme con cosas de mi padre, es que estos ejemplares no valen por sí mismos sino por las anotaciones que él hizo en las páginas y las marcaciones. Fueron años de lecturas fundamentales, aquellos en los que estaba pensando en Yo El Supremo. Se puede ver el proceso de investigación sobre la figura de José Gaspar Rodríguez de Francia, en quien se inspiró. Son los libros que rayó en esa etapa literaria clave en su carrera”, cuenta Mirta Roa, su hija, desde Asunción.

”Están marcados con señaladores hechos con papel. Anotados. Es el testimonio literario de una persona que estuvo estudiando a este héroe y antihéroe de la patria”, analiza la hija, y explica que además hay varios libros de crítica literaria y de cine que dan cuenta de su formación en los años en los que fue profesor de guion en la Universidad de La Plata.

Desde que recibió el llamado de la Embajada de Paraguay en Buenos Aires, Mirta Roa y su hermano Carlos repasan los datos biográficos y ciertos hitos históricos para poder entender el camino que hizo la biblioteca porteña del narrador, pero además reconoce muchas de las tapas y la letra de su padre: “Pasaron 40 años, pero los veo y los reconozco. En mi casa no había adornos, pero teníamos libros: los acomodábamos, nos divertíamos haciendo listas o limpiándolos. Y ahora están acá”, dice.

”Llevo la cuenta de mi exilio por las bibliotecas perdidas: ya van tres...”, le contó Roa Bastos al periodista Alfredo Serra en 1995. Y esa experiencia del desarraigo atravesó su sensibilidad literaria y definió las coordenadas de sus textos: “El exilio es una doble mutilación: la pérdida de un territorio y luego la pérdida de la lengua. Hoy me encuentro escribiendo una lengua que no es la mí­a, es la del exilio”, contaba.

Esta biblioteca exiliada y recuperada reúne parte de los libros que el autor leyó y subrayó entre 1961 y 1975. “Después del golpe militar en Argentina, mi padre se fue a París y con mi hermano viajamos a Venezuela. Antes de dejar Buenos Aires, mudamos sus libros a un pequeño departamento que él tenía en el centro de la ciudad. Después me enteré que le había entregado el departamento a la agencia de Carmen Balcells como parte de pago de muchos adelantos que había recibido. Sé que Carmen recogió los originales, los papeles y los libros y los puso a resguardo en un depósito en Barcelona. Pero mi padre no siguió pagando el espacio. En 2005 supe que estaban subastando las cartas que se cruzaban los escritores del boom y otros materiales en Barcelona. Me imagino que aquellos y estos libros eran parte de lo que estuvo en ese depósito. Entiendo que un argentino compró el lote de los libros y así volvieron al país”, reconstruye la hija del escritor, en una historia que entrecruza su genealogía con la de la literatura y la historia latinoamericana.

 

 

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